febrero 28, 2011

When I love

When I love
I feel that I am the king of time
I possess the earth and everything on it
and ride into the sun upon my horse.


When I love
I become liquid light
invisible to the eye
and the poems in my notebooks
become fields of mimosa and poppy.

When I love
the water gushes from my fingers
grass grows on my tongue
when I love
I become time outside all time.


When I love a woman
all the trees
run barefoot toward me…

Nizar Qabbani

septiembre 27, 2010

Diez pesos


No te preguntes cómo es posible que pueda comunicarme. Tampoco cuestiones tus niveles de locura si no estás de humor para eso. Mejor comienza a aceptar que los objetos inanimados podemos hablar a quienes saben escucharnos. En todo caso, pregúntate cómo llegué yo, una moneda mexicana con el rostro de Tonatiuh—irónicamente dios del sol—, a quedarme guardado en este húmedo y obscuro pañuelo que parece será mi cárcel hasta los tiempos del fin del mundo.

Mis ancestros fueron forjados en plata, yo soy una aleación de poco valor real: en un mundo materialista los epígrafes son definitivos del lugar que ocupas. Así, si yo no tuviera en mi espalda una águila echándose una serpiente con la leyenda "Estados Unidos Mexicanos" y, aún más importante, en la frente un sello de "diez pesos", estaría justificado que no viera la luz nunca más. Pero las motivaciones para mi confinamiento son de otra naturaleza y totalmente ajenas a mi voluntad.

Viajé como nadie en este territorio, desde el centro donde todo corre muy rápido hasta los extremos peninsulares de lo que se conoce como México. He conocido cualquier cantidad de miradas: de desprecio, de lujuria, de redención, de adicción, de esperanza. Fui, soy y seré todo a la vez: fiel acompañante, amante efímero, ingrato extraviado e incluso, tal y como me encuentro ahora, esclavo sin salida.

Me han colocado en porta monedas convencionales para el siglo XXI. Pero en mi viaje también conocí los pechos de las ancianas, los calcetines de los abuelos y las dulces manos de los niños, quienes siempre se aferraron a mí con un amor desinteresado. He visto las esperanzas y desazones de no pocas personas, quienes me han contado sus secretos y fielmente los he conservado. No esperes que te cuente más de lo necesario. Me comunico, sí, pero no soy de esos chismosos que van por ahí distorsionando la realidad, creyéndose poseedores de la verdad absoluta.

Si mi memoria es buena, sólo me he cruzado dos veces con la misma persona. La primera ocasión, como todo primerizo en esta vida, me emocioné y alegré. De inmediato reconocí las manos de aquel jardinero trabajador, celoso con sus monedas cuando de lujos se trataba pero generoso cuando por sus vicios me intercambiaba. Por eso no me dolió separarme de él en la cantina donde me dejó por cacahuates. Le di una gran satisfacción. Por él entendí que el valor de las cosas es una cuestión tan personal como la higiene, la cual por cierto, le importaba menos que si pagaba unas monedas de diez pesos a cambio de aguardiente.

La segunda ocasión me alegré porque recordé la sensación de la primera vez. Por supuesto que en ese momento no tenía idea que esas iban a ser las manos que me conducirían a mi actual cárcel. Reconocí la mirada de éxtasis de Valentina cuando pasé a sus manos en forma de limosna. Por ella entendí que para merecerme se necesitaba más que sudor en la frente y que, por más que así lo quisieran muchos, no pertenezco a nadie: soy simplemente una posesión transitoria, escurridiza.

Llegué al sureste mexicano por un turista que me cambió en Oaxaca por unos tamales; la señora de los tamales me llevó a Juchitán como contribución a su anciana madre, quien a su vez me intercambió por café chiapaneco con la familia Morales. El hijo mayor de esa cálida familia fue quien me trajo hasta Valentina, quien se había quedado en la frontera con Guatemala desde la edad de 9, sólo un año después de que salió de los alrededores de Tegucigalpa. Hace 4 años nos habíamos separado cuando me dejó, con otras cuantas monedas, por comida. Pero aquella niña que conocí no existe más, ahora es toda una mujer: madre soltera de 16.

Esta vez Valentina me intercambio por agua que vendía este desgraciado hombre que me enredó en su cárcel. Durante mi constante viaje he aprendido a diferenciar los gritos de placer y los de sufrimiento. Su principal distinción se da en la culminación de ambos: el primero se sofoca en un suspiro y el segundo resuena como una interminable agonía. Por eso sé que este pobre hombre pasó de gritos de pasión a gritos de súplica.

Desafortunadamente, cada vez es más común tomar justicia por propia mano. Si me preguntan, él mismo buscó quedarse al fondo de este río, amarrado a una piedra. La hormona le ganó al cálculo de las consecuencias y ahora este pobre hombre ya no será amante de nadie más, el marido de su última conquista se aseguró que así fuera.


julio 31, 2010

Desvarío cotidiano

Vaso número 3 y primera confesión: de la cartera sale la foto de la actriz de cine que ha recorrido las pupilas de más hombres mexicanos en la segunda mitad del siglo XX. Al calor del changuirito el 'maic' le confiesa a su compadre lo que su abuelo alguna vez le enseñó: "mijo, si quiere usté ser alguien en esta vida, siempre espere lo mejor, pero prepárese para lo pior"; acto seguido confiesa su amor a la fotografiada dándole un beso. Después de tantos años le hace caso a su viejo: espera conocerla, platicarle y conquistarla, pero se prepara para repetir esta noche hasta la tumba.


Vaso número 8 y segunda confesión: Maic maldice desesperado, ¡esa mujer, tan cerca de mis ojos y tan lejos de mi vida! Pero ya lo verá compadre -sigue-, el día llegará en que estas cosas que me imagino pasen deveritas; ya no tendré que saborearla sólo con la mirada y ella verá de frente la cara de idiota que pongo cuando sonrío pensándola, bailando al ritmo de la vida (silencio que huele a amor frustrado).


Vaso número 11 y egocentrismo: El compadre pregunta, ¿y si estuviera con ella, qué le diría? A pues le hablaría bonito, como les gusta a las mujeres, algo así como que es una mujer encantadora como muchas, hermosa como pocas y alegre como ninguna. ¡Qué importa que no sea así, porque yo me la imagino de ese modo y eso cuenta, y mucho! ¿Acaso el mundo no es lo que yo percibo?


Vaso número 12 y resignación: nuestro héroe acepta con melancolía: sabe qué compadre, ya casi me acostumbro a verla sin que se aparezca, ¡tanto! que hasta tengo miedo que el día que la vea merito enfrente ya no me sepa igual que cuando la imagino, que se transforme en otra persona. Las últimas gotas del vaso las absorbe con lágrimas que escurrieron: combinación perfecta para soñar con ella.


mayo 11, 2010

Propuestas y promesas




Te propongo algo: hagamos de cuenta que nada ha pasado. ¿Qué te parece todos estos años compartidos los bloqueamos? es decir, tu no hablas de mí, ni yo de ti; te olvidas de los malos ratos y yo nunca te recuerdo los buenos.

Te propongo algo: disimulemos que no nos besamos. Te prometo que si tú no me sonríes con esa mirada paradisíaca, yo no practico contigo la danza del beso. Y aún más: si por una casualidad me sonríes con tu mirada y practico con éxito la danza del beso, no te buscaré más, sin importar lo mucho que me guste el tiempo contigo.

Te propongo algo: qué tal si me dices "tan amigos como y para siempre" y yo no cuestiono cuánto tiempo durará siempre. O mejor aún, asumo que antes, en efecto, éramos amigos y nunca estuvo entre nosotros de por medio esta química que nos ha traído a este punto.

Yo te prometo ocultar lo que en mí hay hacia ti, pero quiero que me prometas algo: no seas tú, porque yo no respondo. Pero si acaso no puedes contenerte y eres tú, y te muestras toda encantadora, y me sonríes con tu mirada, y me alegras mucho más mis días, y me ganas a sonrisas, y me besas, y me invitas a disfrutarnos a la Adán y Eva, faltando así a tu promesa, yo te prometo faltar a la mía.

abril 18, 2010

Érase una vez...





Érase una vez un amor asimétrico que, como muchos, se basaba en la ceguera de uno y la alevosa ventaja del otro; su materia prima era la fe a prueba de promesas rotas.

Érase una vez una enchilada que luego de varios preparativos se seguía cocinando la noche del diez al once de septiembre del dosmiluno. Era el desayuno a la cama que todo lo reconcilia en nuestro amor asimétrico; más que una enchilada, era el alimento de la armonía y buenas intenciones.

Érase una vez un empresario que un (mal) día se le hizo fácil gobernar un país. Llenó su maleta de esperanzas e ilusiones, de mentiras y torpezas, de una esposa postiza y otros oportunistas. Muchos temían el final de ese espectáculo cuya trama central se resume en que la yegua le quedó grande al Señor Presidente. Al nuevopresidente-viejoempresario le rompieron su corazón cuando le faltaron a la promesa y no le cumplieron su enchilada a la cama.

Érase una vez un zacatecano, mayor entre sus 3 hermanos, pero a sus 19 años ya tenía el suficiente camino recorrido para lanzarse al otro lado y encontrar a su familia que solamente le heredó el apellido y el conocimiento del camino que lo guiaría hacia ellos. El zacatecano entendió lo que era la mentada y abstracta libertad de expresión cuando votó por el viejoempresario-casinuevopresidente.

Érase una vez una ciudad aterrorizada por dos aviones, muchos escombros y una cobertura mediática sin comparación. Si alguna vez nuestra enchilada ocupó un espacio en la mente del amante prometedor, fue arrebatado por los escombros de un mañana de septiembre.

Érase una vez un zacatecano que terminó lavando y pagando los platos rotos de un amor asimétrico. El antes entusiaste jóven se cansó de buscar permanentemente trabajo y alcanzó a su familia política, que eran más o menos 10 millones. El zacatecano, porque así tiene que se, vivió feliz para siempre, sólo que con un par de piedras en el zapato luego de una larga caminata para cruzar la frontera: nunca le sirvieron ninguna enchilada a la cama y lo discriminaron un poco por ‘contaminar’, le decían, el lugar al que llegó. Su familia política lo contagió de desencanto político: nunca más votó por atractivas que fueran las promesas. De esta manera fue que se convirtió en un defensor peligroso del status quo: su indiferencia e impotencia lo hacía ver por su interés personal y nunca imaginarse la posibilidad de un cambio mayúsculo.

abril 11, 2010

Ménage à trois

Como todas las noches de los jueves Virginia exhibe las cartas que algunos radioescuchas envían durante la semana. El tema de hoy son los tríos amorosos, y el programa inició con Ely Guerra de fondo y esta carta que envió “el camarada”:

Arriba, como espectadora, la luna inmensa. Abajo, seducidos por los dictámenes del cuerpo, los mortales: ellas dos y yo. Resalta en Una la adicción por ser besada en su cuello y la Otra en la espalda. Las miradas profundas vienen de ambas, con el detalle importante que Unos ojos recién me los presentaron y Otros los encuentro rápidamente porque siempre que los he buscado están ahí, esperando ser mirados.

Una mirada es alegre y provocadora, Otra profunda y cariñosa. Unos labios gruesos y juguetones con mi lengua, los otros húmedos y magnéticos a mi cuello. Aunque lacios y obscuros, los cabellos tratan distinto a mis manos: aquí hay sudor refrescante y allá me fascino con un laberinto de fácil salida, pero en el que disfruto perderme. Un beso es apasionado y cariñoso, todo pasa en cámara lenta, sin prisa por terminarlo. Otro beso es apasionado e inquieto, a veces sin control pero a la vez emocionante, porque no sabemos dónde terminará.

Es toda una sorpresa este ritual: cerrar los ojos y entreabrirlos para venirme a dar cuenta que el lunar se recorrió del hombro izquierdo a la altura del corazón, tan sólo 20 centímetros que hacen toda una diferencia de reacciones sensoriales...abrirlos de nuevo para darme cuenta que nunca se movió, siempre estuvo ahí, esperando ser besado.

Naturalmente, las respuestas varían, Una le da un valor equivalente a un cero izquierdoso si abrazado fuertemente a su cintura le digo que disfruto el momento. En cambio, Otra que está más habituada a mis ritmos, silencios y bemoles, entiende muy claramente que ese apretón es un sigue, pero no por mucho tiempo, que un cambio de postura significa quita tu lengua de mi cuello, y que mis dos manos perdidas, como buscando algo en su cabello, es señal inequívoca de que podría disfrutar eternamente de ese instante que se llena de su olor y su figura.

Aunque apasionadas las dos hay una diferencia sustancial: Otra marcó mi pasión y Una pone nuevos tonos a la melodía que desde ayer pasó a ser de dos.

febrero 23, 2010

Crimen Pasional



El acusado se aceptó culpable. El crimen: pasional. La sentencia: nostalgia indefinida. La evidencia: una carta (que se transcribe para mejor reseña del caso).


De la forma más absurda posible Te extraño. En mi cama cuando hace frío extraño tu cálida presencia. Cuando logro dormir estás ahí, como si esperaras el momento justo en que entro a mis sueños, para recordarme que el pasado está presente. Invariablemente me despierta el recuerdo de tus caricias y ese sabor tibio que se le atribuye a la saliva mañanera. Ayer te vi en el cabello liso y alborotado de una alumna, estabas comiendo en la cafetería con un grupo de gente desconocida; luego, como si te hubieses trasladado 50 metros más adelante, en la explanada, encontré tu peculiar forma de correr: ibas detrás de tu novio para tomarle la mano; de nuevo, 15 minutos más tarde encontré la carcajada que sueltas cuando se me caen las cosas o nos malentendemos y enojamos por tonterías; una vez más, vi el brillo de tus ojos cuando te besaba justo en el momento en que una niña de la calle recibió una manzana de desayuno (ese instante cobró intensidad cuando pensé en ti, mujer preocupada por las desigualdades y angustiada por la falta de comida en niñas).


Lo más irónico es que de tantos retazos que veo, huelo y siento de ti, te extraño como si no recordara nada en lo absoluto de Nosotros. Ya no sé como besas ni tampoco como miras. La forma en que nos platicábamos con la mirada, nuestras reflexiones sobre la vida, las divertidas memorias y las pesadas tareas sociales que cargamos...Hoy con melancolía grito estar harto de piezas inconclusas de un pasado que no termina de desvanecerse, ni tampoco, lamentablemente, de regresar.


Lo único que quiero es calentarte una vez más la cama, antes que olvide por completo la forma de tu cara o el contorno de tu cuerpo. El único secreto que tengo está muy mal guardado: el calor que llevo dentro reclama tu compañía, te pide que vuelvas a calentar mis sábanas, que me dejes compartirte aunque sea un poco de la incandescente ansia que contrae mis músculos y recorre mi espalda. Sólo pido acariciar tus cabellos una vez más como siempre lo hacía, y que esa caricia nos lleve al puerto siempre buscado por los dos, donde disfrutábamos de la desnudez. ..Pero todo indica que tendré que conformarme cometiendo un crimen pasional, después de todo, la única huella que dejaré será esperma de tintas negras.